Desde Ecce Christianus:
SAN PABLO CONTRA SODOMA
9 de febrero de 2014
La Sagrada Escritura y, especialmente el
sentido común son tan claros sobre el tema de la homosexualidad que el
Magisterio de la Iglesia a tratado muy poco de esta materia. (1)
1. En el Antiguo Testamento, además
del castigo de Sodoma (Génesis 19), debemos citar la ley dada por Dios a
Israel: Lev. 18, 22 designa a la sodomía como una abominación, Lev 20,
13 castigados con la muerte). En el Nuevo Testamento, San Pablo
condena explícitamente este vicio en varias epístolas (Romanos 1, 24-32,
que se citan a continuación 1 Cor 6,10: “Ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los infames, ni los
ladrones, [...] heredarán el reino de Dios (2)”, 1 Tim 1,10, dice la
misma manera que “los asesinos, los fornicarios, los infames [...](3)”.
2. El sentido común también es
suficiente para ver que este vicio es contra la naturaleza, puesto que
utiliza al contrario de su finalidad natural una función que Dios ha
dado para la transmisión de la vida. Una desviación así de grave, en un
asunto tan importante para el bien común (el futuro de la sociedad
depende de ello), evidente que es gravemente pecaminosa.
Sin embargo, esto ya no aparece tan obvio
para muchos de nuestros contemporáneos. Debemos ahora argumentar para
defender lo que antes era evidente.
Comencemos pues el asunto, preguntando por qué y cómo se puede haber llegado a tal extremo.
Sobre este punto en particular la Sagrada Escritura, y San Pablo especialmente, van a aclararnos mucho.
San Pablo va hasta la raíz del mal
En el primer capítulo de su epístola a los Romanos, San Pablo no se
limita, en efecto, a denunciar el vicio. Él establece claramente un
vínculo causal entre la infidelidad (idolatría) y la impureza contra la
naturaleza. Leamos el pasaje (Rom 1,18-32):
1. La idolatría de los gentiles es inexcusable, porque el verdadero Dios se manifiesta en la creación.
1. La idolatría de los gentiles es inexcusable, porque el verdadero Dios se manifiesta en la creación.
En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la
injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos
manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la
creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras:
su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque,
habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron
gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato
corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos,
cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en
forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.
2. Consecuencia de esta maldad, Dios los abandonó a sus pasiones.
2. Consecuencia de esta maldad, Dios los abandonó a sus pasiones.
Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una
impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron
la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura
en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.
3. Consecuencia (continuación): el vicio contra la naturaleza
3. Consecuencia (continuación): el vicio contra la naturaleza
Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres
invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza;
igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se
abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de
hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su
extravío.
4. San Pablo repite su razonamiento: causa y consecuencia.
4. San Pablo repite su razonamiento: causa y consecuencia.
Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios,
entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no
conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad,
henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de
malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores,
altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres,
insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque
conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que
tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a
los que las cometen.
San Pablo lo dice pues y lo repite: la ceguera moral llevada hasta la aprobación de los vicios contra la naturaleza es una consecuencia de la impiedad. Una máxima atribuida a San Agustín resume esta enseñanza:Este estigma no es sólo un pecado, es más bien el castigo del pecado (4)
San Pablo lo dice pues y lo repite: la ceguera moral llevada hasta la aprobación de los vicios contra la naturaleza es una consecuencia de la impiedad. Una máxima atribuida a San Agustín resume esta enseñanza:Este estigma no es sólo un pecado, es más bien el castigo del pecado (4)
La explicación de Santo Tomás
En su comentario sobre la Epístola a los Romanos, Santo Tomás de Aquino insiste también:
Cabe señalar que es con razón que el Apóstol
pone los vicios contra la naturaleza -que son el más grave de los
pecados de la carne- como castigo por la idolatría. Se percibe que estos
defectos parecen haber comenzado a desarrollase con la idolatría – es
decir, los días de Abraham, cuando se reconoce generalmente que la
idolatría comenzó. Se lee en el capítulo 19 del Génesis que estos
defectos han sido castigados por primera vez en la persona de los
habitantes de Sodoma. Y del mismo modo, los vicios de este tipo han
crecido progresivamente a medida que creció la idolatría. Así se lee en
el segundo libro de los Macabeos que Jasón se atrevió a poner los
jóvenes más nobles en lugares infames (5) y no fue el comienzo, sino el desarrollo y el progreso de la adopción de costumbres paganas (6)
El Doctor Angélico se refiere indirectamente
al mismo tema en una cuestión de su Summa Theologica. Se pregunta por
qué el rito de la circuncisión fue instituida en la época de Abraham, y
no justo después de la caída original. Él respondió que en la época de
Adán, incluso después del pecado, la fe y la razón natural era todavía
lo suficientemente fuerte por lo que el hombre no necesitaba ese rito.
Sin embargo, al tiempo de Abraham, la religión se había debilitado al
punto que la mayoría de personas se volcaron a la idolatría, y a la vez,
la razón natural estaba oscurecida por las pasiones de la carne hasta
el punto de hacer caer al hombre en pecado contra la naturaleza. Por lo
tanto, era el momento en que Dios instituyese, para el hombre, un rito
que fuese al mismo tiempo la señal de la fe en Dios, y un remedio para
el deseo carnal (7).
Encontramos así, en esta respuesta, el
vínculo entre el progreso de la idolatría y el de los vicios contra la
naturaleza. El primero es una falta contra la naturaleza divina, Dios
permite como castigo la segunda, que va en contra de la naturaleza del
hombre (8).
Confirmación en el siglo XVII
En el siglo XVII, el famoso exégeta Cornelius a Lapide (9) confirma esta explicación:
Las pasiones monstruosas son la pena de la infidelidad, la impiedad y la herejía (10).
Tras señalar que los herejes de su tiempo (protestantes) han manifestado la verdad de esta frase en sus costumbres (11), investiga la causa de ese vínculo entre la impiedad y la impureza. Da dos razones.
1. En primer lugar, porque donde no hay fe, no hay gracia de Dios; y donde no hay gracia de Dios, no encontramos la castidad, sino todo tipo de concupiscencias. Era justamente por eso que Lutero decía que la fornicación era tan necesaria al hombre como el alimento, y que se oye por todos lados, entre los innovadores, el axioma de que la castidad es imposible; porque, realmente, es imposible a Lutero y a los herejes. Eso es justo lo que San Jerónimo dijo: “Es difícil encontrar a un hereje que ame la castidad; aunque la pueda recomendar por palabras y alabarla”.
2. En segundo lugar, a causa de que la herejía y la infidelidad nacen del orgullo, y que la pasión impura es el castigo del orgullo, del mismo modo en que la castidad es la recompensa de la humildad (12).
Las pasiones monstruosas son la pena de la infidelidad, la impiedad y la herejía (10).
Tras señalar que los herejes de su tiempo (protestantes) han manifestado la verdad de esta frase en sus costumbres (11), investiga la causa de ese vínculo entre la impiedad y la impureza. Da dos razones.
1. En primer lugar, porque donde no hay fe, no hay gracia de Dios; y donde no hay gracia de Dios, no encontramos la castidad, sino todo tipo de concupiscencias. Era justamente por eso que Lutero decía que la fornicación era tan necesaria al hombre como el alimento, y que se oye por todos lados, entre los innovadores, el axioma de que la castidad es imposible; porque, realmente, es imposible a Lutero y a los herejes. Eso es justo lo que San Jerónimo dijo: “Es difícil encontrar a un hereje que ame la castidad; aunque la pueda recomendar por palabras y alabarla”.
2. En segundo lugar, a causa de que la herejía y la infidelidad nacen del orgullo, y que la pasión impura es el castigo del orgullo, del mismo modo en que la castidad es la recompensa de la humildad (12).
Confirmación al día de hoy
La conclusión se impone por si misma: la
repugnante invasión de los vicios de Sodoma en nuestros países – y su
formalización por infames leyes – no son sólo azotes sociales. Son
también, y principalmente, castigos.
Nuestros países son, hace tiempo,
oficialmente apóstatas; oficialmente ateos. Incluso, por la ideología de
los derechos humanos, oficialmente idólatras. Por tanto, es natural,
lógico, necesario, que estas costumbres se instalen en ellos. San Pablo
dijo:
No tienen excusa, porque habiendo conocido a
Dios, no lo glorificaron como a Dios, y le dieron gracias, sino que se
entregaron a sus deseos y sus corazones sin inteligencia se hundieron en
la oscuridad. [...] Por eso Dios los entregó a las pasiones vergonzosas
[...] Ya que no se preocuparon por conocer a Dios, Dios los entregó a
su mente réproba.
Esto no quiere decir que en el orden
individual sólo un idólatra, o un impío, puedan experimentar las
tentaciones contra la naturaleza. Todos los seres humanos están marcados
por el pecado original y el desorden de la naturaleza se manifiesta de
diferentes maneras en cada uno. Sin contar las patologías propiamente
dichas, uno nacerá más propenso a la ira, el segundo fue la pereza, y
otro más vulnerable a tal o cual tentación de lujuria. Una educación
inadecuada, choques psicológicos mal curados u ocasiones precoces de
escándalo podrán exacerbar y agravar esta herida, en la fragilidad de la
infancia o la adolescencia. En este caso, como frente a cada uno de los
pecados capitales, sólo la lucha diaria, con la oración y la gracia de
Dios, permitirá superar el vicio y establecer la virtud.
Pero en el orden público, aquel de cada
nación, la aceptación del vicio contra la naturaleza, tal como lo
estamos experimentando hoy en día, no puede ser más que un castigo. La
paganización de las costumbres es la consecuencia inevitable de la
paganización de las ideas.
¿Cómo reaccionar?
¿Estarán los católicos condenados a asistir
impotentes a la destrucción gradual de la sociedad? Ciertamente que no.
Por eso, para actuar con eficacia, para escapar del ciclo de derrotas en
que parecen haber caído, deben tomar consciencia, ante todo, de las
verdaderas causas del mal – aquellas que denuncia San Pablo.
Nuestra sociedades apóstatas y ateas no
pueden ser bendecido por Dios. La decadencia que las golpea es el
castigo de aquella impiedad. No sirve de nada luchar contra esta
decadencia si no luchamos al mismo tiempo, y primeramente, contra esa
impiedad. Luchar sin Dios contra los males que resultan precisamente de
la ausencia de Dios es, obviamente, un sin sentido (13).
Después de haber comentado extensamente a San Pablo, podemos concluir citando a San Juan:
Todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo. Y esta victoria sobre el mundo, nuestra fe. - Omne natum quod ex
Deo vincit mundum, et haec est victoria quae vincit mundum, fides
nostra. (1 Juan 5: 4)
1) Solo accidentalmente la enseñanza tradicional ha abordado la cuestión. Un decreto del Santo Oficio del 24 de septiembre 1665 trata de la sodomía no para definir que es un pecado (parece demasiado obvio), sino para indicar cómo este pecado se debe acusar en la confesión (la naturaleza de la culpa debe ser especificado de forma explícita, una acusación genérica no es suficiente para que la confesión sea íntegra) (DS 2044). – La anarquía generalizada introducida en la Iglesia por el Concilio Vaticano II permitió que algunos “teólogos” trataran de legitimar este vicio. Frente a esto, el Vaticano a terminado por intervenir para recordar que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no puede en ningún caso ser aprobados” (29 de diciembre de 1975, DS 4583, reproducido en el nuevo Catecismo de la La Iglesia Católica, § 2537). Pero este “magisterio conciliar” se desacredita por los errores que también promueve, y no puede considerarse como una referencia solida (a lo más es una argumento ad hominem o un argumento a fortiori [ "Si hasta las autoridades conciliares, tan inclinadas al laxismo, denuncian este pecado ..."]); tampoco se impuso de manera firme, y los errores contrarios continúan siendo impunemente difundidos. – Un ejemplo reciente: la “Documentation catholique”, del 2 de enero de 2005, publicó una conferencia de Timothy Radcliffe (antiguo Maestro de la Orden Dominicana), titulado “La afectividad y la Eucaristía”. En la introducción, explica que T. Radcliffe fue interrogado, después de su intervención, sobre el “matrimonio homosexual”. Y sin mostrar ni asombro, ni desaprobación, la introducción añade: “respondió que era favorable a la apertura de la Iglesia hacia los homosexuales para ” buscar con ellos la verdad y escuchar su experiencia. ”(DC 2327, p. 38.)
2) Neque fornicarii, neque idolis servientes, neque adulteri, neque molles, neque masculorum concubitores, neque fures [...] regnum Dei possidebunt.. El término “infame” (en latín: concubitores masculorum) se refiere a los sodomitas.
3) [...] Homicidis, fornicariis, masculorum concubitoribus [...].
4) Haec spurcitia non solum peccatum est, sed et poena peccati (PL 40, col. 1326; esta serie de sermones que ahora comúnmente se considera apócrifa.)
5) 2 Mc 4, 13 (cita de Thomas de la Vulgata). – En tiempos de Antíoco Epifanio, Jason consigue hacerse nombrar sumo sacerdote en Jerusalén, y se esfuerza por introducir las costumbres griegas entre los ciudadanos. La Biblia cuenta: ” Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que de sumo sacerdote, que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los gimnasios de los ejercicios contrarios a la ley; sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas. Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban y a quienes querían parecerse en todo. Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el tiempo venidero”. (2 Mc 4, 13-17).
6) «Et est notandum quod satis rationabiliter Apostolus vitia contra naturam quae sunt gravissima inter peccata carnalia, ponit idolatriae poenam, quia simul cum idolatria incepisse videntur, scilicet tempore Abrahae, quando creditur idolatria incepisse. Unde et tunc primo leguntur in Sodomitis punita esse, ut Gn 19. Simul etiam idolatria crescente, huiusmodi vitia creverunt; unde dicitur 2 Mc 4, quod Jason ausus est sub arce optimos quosque epheborum in lupanaribus ponere. Erat autem hoc non initium, sed incrementum quoddam et profectus gentilis et alienigenaeconversationis. » (Saint THOMAS, Com. in Rm 1, lect. VIII)
7) St. Thomas, III, q. 70, a. 2, ad 1.
8) Santo Tomás dice que todo pecado es en cierto sentido, contra la naturaleza porque va en contra de lo que nuestra razón nos dice que ser conforme a nuestra naturaleza racional, pero algunos pecados se oponen no sólo a nuestra naturaleza racional, sino la naturaleza física en sí (que compartimos con los animales). Son doblemente contra la naturaleza.
9) Cornelio a Lapide (Cornelius Van den Steen), SJ., 1567-1637.
10) “Hinc patet infidelitatis, impietatis et haeresis pœnam esse monstrosas libidines” (Cornelio a Lapide, en Romanos, 1, 26).
11) ”Talia monstra quoque ab haeresi nata nostra vidit et protulit aetas. – Nuestro siglo también ha visto y ha producido ese tipo de monstros, nacidos de la herejía. “(Ibíd.).
12) ”Primo, quia ubi non est fides, ibi non est gratia Dei ; ubi non est gratia Dei, ibi non est castitas, sed omnis concupiscentia : ut merito dixerit Lutherus, concubitum homini tam necessarium esse quam cibum, et passim apud Novantes personat hoc axioma, castitatem esse impossibilem, quia vere Luthero et haereticis impossibilis est. Vere ergo dixit S. Hieronymus, lib. II Comment, in Osece cap. IX: “Difficile est invenire haereticum qui diligat castitatem, etiamsi eam verbis commendet et prae se ferat”. Secundo, quia haeresis et infidelitas oritur ex superbia, superbiae autem poena est libido, sicut humilitatis praemium est castitas”(Ibid)
13) Recordamos las palabras del Cardenal Pie: “Cuando Jesús Cristo no reina por los beneficios que se derivan de su presencia, reina por todas las calamidades inseparables de su ausencia”. (Discurso en Chartres, 11 de abril de 1858; Episcopal de Obras, v. 1, p. 84.)
Extraído de La Sal de la Tierra Nº 52, por Dominicus.
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